🤝🏻 Equipo
El último Mundial de Clubes lo ganó el Chelsea. Venció en la final al Palmeiras brasileño con un penalti cuando la prórroga estaba a punto de terminar. Lo marcó Havertz, pero el verdadero mérito de aquel gol fue de César Azpilicueta, quien demostró que hasta los penaltis son un deporte de equipo.
Mientras el árbitro revisaba en el monitor si debía o no pitar la pena máxima, el navarro cogió el balón merodeando el punto de penalti como si fuese a lanzarlo él. Los jugadores del Palmeiras enseguida fueron a su alrededor para incordiarle, atosigarle, increparle, ponerle nervioso, una táctica muy habitual últimamente que a menudo ha surtido efecto.
Allí estaba Azpilicueta, rodeado de brasileños diciéndole de todo a un nivel al que incluso alguno se ganó una tarjeta amarilla. Cuando el árbitro ya había decidido que sí era penalti y había puesto orden en el área sacando de ella a todos los del Palmeiras, en ese último instante Azpilicueta retrocedió y entregó el balón a Havertz, quien se había pasado todo ese rato a unos metros de la tensión, tranquilo, concentrándose y preparando su penal con tranquilidad. Fue gol.
Azpilicueta hizo el trabajo sucio de absorber la atención y los ataques para que el auténtico protagonista quedase en segundo plano libre de estímulos negativos. Hizo de señuelo, ese papel al que algún otro se hubiese negado resentido sintiendo que su auténtico cometido es ser quien marque el gol de la victoria. César no es de esos. César es el que se recorre 30 kilómetros en coche para llevarte unas pinzas de batería el día en que te quedas tirado, el que no escurre el bulto y saca la basura en plena tormenta, el que se ofrece a hacer la foto de grupo cuando no hay ningún desconocido a quien pedírsela y el que friega los platos mientras el resto hacen la sobremesa. Es el que antepone el colectivo al yo.
Esa gente vale oro. Aunque a menudo vive en el ostracismo y no obtiene el crédito de su sacrificio. Es quien prepara el terreno para que otro se concentre en su carrera, quien cede el protagonismo pensando en el bien común, quien se pone el mono de trabajo sabiendo que nunca será conspicuo. A menudo un papel de esposas y madres, por qué no decirlo. O de secretarias, como Elena Franco, que se jubiló hace unos meses tras treinta y tres años en El Mundo. Cuando te despiden así, por algo es.
Cualquiera que haya practicado un deporte en equipo sabe que no hay nada más importante para el grupo cuando ataca que tener las espaldas bien sujetas con un arnés de seguridad. Esa gente lo es. En el deporte y en la vida.
3 recomendaciones
🎥 La Unidad (Movistar+). No la he terminado y espero que su desenlace no me haga arrepentirme de la recomendación, pero un mal final ya no podrá eclipsar el gran trabajo de documentación y puesta en escena que ha hecho Movistar aquí.
📄 Cómo pensar y escribir más claro. Nunca se tiene esto lo suficientemente dominado.
📬 The Diff, la newsletter de Byrne Hobart sobre tecnología y negocio, una intersección que supongo será muy del interés de la mayoría de quienes leen esto.