Este martes vi que apenas me iba a dar tiempo a comprar y prepararme la comida si quería acabar un par de tareas pendientes que no debía demorar más, así que decidí darme el capricho burgués de pedir comida a domicilio. Tenía dos opciones: o una franquicia que comienza por K y sirve sushi precocinado en bandejas, u otro restaurante que hace sushi al momento, tiene una variedad enorme y está increíble.La primera no suele tardar más de diez minutos en llegar a mi casa, quince a lo sumo. Una vez fueron exactamente ocho minutos. La segunda nunca la he usado para pedir a domicilio, pero decía la app que entre 30 y 60 minutos. Escogí la rápida, la del sushi precocinado.Luego, esperando la moto con los makis, miré el cielo por la ventana y pensé "soy gilipollas".Escogí la opción rápida en lugar de la buena simplemente por no esperar demasiado. No necesitaba comer pronto, sino hacerlo en poco tiempo, y eso afectaba lo mismo a una que a otra. Básicamente actué como un yonki de la impaciencia, creo que fruto de tantos años usando Internet.Es algo que he ido notando, seguramente como mucha otra gente, de forma sutil pero imposible de obviar. Nos hemos acostumbrado a la disponibilidad inmediata. El 2G → 3G → 4G → 5G ha ayudado a ello: cada vez todo es más instantáneo. Y ubicuo (PC → móvil).Hace unos años, ver una película concreta implicaba acercarse al videoclub, alquilarla, volver a casa y ponerla... o esperar a que terminara lo que ponían en la tele, que si alguien quería verlo no tenía forma de hacerlo más tarde. Hoy nos ponemos nerviosos si el ta-dum de Netflix no suena en cuanto pulsamos play. Si no reproduce nada tras diez segundos, directamente cambio de plataforma. Mi yo de 1999 se reiría viéndome.Hablar por Messenger hace veinte años era homeopatía, la gratificación instantánea de cualquier plataforma online actual es droga dura. ¿Te cambias el peinado? Antes tenías que esperar a aparecer por el trabajo al día siguiente para que dos compañeros, con suerte, te lanzasen un cumplido. Y a salir el sábado por la noche para que los amigos hiciesen lo propio. Ahora basta con una selfie en el ascensor para empezar a recibir likes antes de abrir la puerta de casa. Y enganchan.Nos cuesta esperar a todo.Quizás no estaría mal vivir con algo más de paciencia. Ya no por dar segundas oportunidades a una serie con problemas de buffering, sino por no privarnos de experiencias que tampoco están mal.Recuerdo que las primeras veces que empecé a cocinar platos más elaborados, no solo orientados a la supervivencia, pensé "menuda estafa, dos horas con esto para algo que engullo en ocho minutos". No pretendo lucirme cada día (¿quién tiene tanto tiempo diario para cocinar?), pero al menos tampoco pasarme la vida buscando atajos para poder arañar minutos de aquí y de allá para no se sabe muy bien qué.
🍣 Impacientes
🍣 Impacientes
🍣 Impacientes
Este martes vi que apenas me iba a dar tiempo a comprar y prepararme la comida si quería acabar un par de tareas pendientes que no debía demorar más, así que decidí darme el capricho burgués de pedir comida a domicilio. Tenía dos opciones: o una franquicia que comienza por K y sirve sushi precocinado en bandejas, u otro restaurante que hace sushi al momento, tiene una variedad enorme y está increíble.La primera no suele tardar más de diez minutos en llegar a mi casa, quince a lo sumo. Una vez fueron exactamente ocho minutos. La segunda nunca la he usado para pedir a domicilio, pero decía la app que entre 30 y 60 minutos. Escogí la rápida, la del sushi precocinado.Luego, esperando la moto con los makis, miré el cielo por la ventana y pensé "soy gilipollas".Escogí la opción rápida en lugar de la buena simplemente por no esperar demasiado. No necesitaba comer pronto, sino hacerlo en poco tiempo, y eso afectaba lo mismo a una que a otra. Básicamente actué como un yonki de la impaciencia, creo que fruto de tantos años usando Internet.Es algo que he ido notando, seguramente como mucha otra gente, de forma sutil pero imposible de obviar. Nos hemos acostumbrado a la disponibilidad inmediata. El 2G → 3G → 4G → 5G ha ayudado a ello: cada vez todo es más instantáneo. Y ubicuo (PC → móvil).Hace unos años, ver una película concreta implicaba acercarse al videoclub, alquilarla, volver a casa y ponerla... o esperar a que terminara lo que ponían en la tele, que si alguien quería verlo no tenía forma de hacerlo más tarde. Hoy nos ponemos nerviosos si el ta-dum de Netflix no suena en cuanto pulsamos play. Si no reproduce nada tras diez segundos, directamente cambio de plataforma. Mi yo de 1999 se reiría viéndome.Hablar por Messenger hace veinte años era homeopatía, la gratificación instantánea de cualquier plataforma online actual es droga dura. ¿Te cambias el peinado? Antes tenías que esperar a aparecer por el trabajo al día siguiente para que dos compañeros, con suerte, te lanzasen un cumplido. Y a salir el sábado por la noche para que los amigos hiciesen lo propio. Ahora basta con una selfie en el ascensor para empezar a recibir likes antes de abrir la puerta de casa. Y enganchan.Nos cuesta esperar a todo.Quizás no estaría mal vivir con algo más de paciencia. Ya no por dar segundas oportunidades a una serie con problemas de buffering, sino por no privarnos de experiencias que tampoco están mal.Recuerdo que las primeras veces que empecé a cocinar platos más elaborados, no solo orientados a la supervivencia, pensé "menuda estafa, dos horas con esto para algo que engullo en ocho minutos". No pretendo lucirme cada día (¿quién tiene tanto tiempo diario para cocinar?), pero al menos tampoco pasarme la vida buscando atajos para poder arañar minutos de aquí y de allá para no se sabe muy bien qué.