🌍 Madrid
El 7 de enero de 2013 cogí un tren destino Madrid sin billete de vuelta. Tenía 22 años y una oportunidad laboral que me llegó de rebote, sin esperarlo, justo en el peor momento de destrucción de empleo de aquella crisis.
Además, hoy veo a gente de 18-22 años acostumbrada a volar a otros países, a manejarse en otras culturas, a tener el culo pelado de moverse por muchas ciudades. Creedme: no era mi caso.
Cuando empecé a volver a Torrent a pasar algunos fines de semana, gente de mi círculo me preguntaba que cuándo volvería. "Cuando me despidan", respondía yo. El entusiasmo inicial de verme con mis primeros sueldos completos, la libertad definitiva para hacer lo que me diese la gana en tanto en cuanto el monedero pudiera soportarlo, el sentir que había tenido la suerte de encontrar un asiento laboral cuando lo habitual era perderlo... Todo estaba de cara.
Fueron pasando los años. Vivir con compañeros de piso, vivir con amigos, vivir en pareja, vivir solo... Y aquella euforia inicial fue bajando de volumen, pasando de la cadencia del reggaeton festivalero al ritmo de Mocedades. Para 2016 ya empecé a pensar que aquello no compensaba. No al menos a mí. Vivir en Madrid como requisito para triunfar profesionalmente —bueno, para desarrollar una carrera, sin más— tenía un peaje que cada vez me convencía menos.
Supongo que es cuestión de prioridades, pero soy muy familiar y mantuve a mis amigos de toda la vida, cosa que luego descubrí que no es exactamente lo que ocurre siempre. Súmale a eso el coste de la vivienda en Madrid, el porcentaje que hay que desembolsar antes de poder hipotecarse por una y el hecho de tener una profesión liberal.
En 2017 tomé una decisión que incluía marcharme de Madrid y no volver a vivir allí mientras pudiera. Lo pasé muy bien en los casi cinco años que estuve y tengo un gran recuerdo, pero no me compensaba. No a costa de ver a mi familia de Pascuas a Ramos, a perderme momentos que simplemente no iban a volver, o que dentro de unos años ya sí que serían imposibles de repetir. Eso iba antes que cualquier plan que incluyese las palabras "proyección" o "carrera", o un título rimbombante para ese necronomicón llamado LinkedIn.
Por supuesto, aquí el mérito va para el auge del teletrabajo, que permite a hijos de provincias como yo trabajar para empresas capitalinas, sobre todo si anteponen esa cercanía con su gente a cualquiera de las bondades de la vida en la Castellana. La pandemia ayudó a normalizar su existencia y al menos ya no me miran raro cuando explico que trabajo desde casa, todos los días.
La ausencia de lazos familiares en Madrid y la posibilidad de seguir trabajando De Lo Mío® desde cualquier lugar con WiFi desembocó en lo obvio. No tenía sentido no aprovechar la oportunidad que me dio trabajar en esta era en lugar de veinte o treinta años antes. Y eso me hace pensar en qué oportunidades estaré desperdiciando simplemente por moverme por inercia, sin razonar un poco mis posibilidades reales.
PD: Esta ha sido idea de Alba Asenjo.
3 recomendaciones
📓 Maus, una novela gráfica de Art Spiegelman que no te descubrirá nada sobre el Holocausto pero sí te contará una de sus historias de una forma sublime, sin molestarse en romantizar innecesariamente a la víctima, con una crudeza sensible. Y con una lectura sobre la relación con los padres en su tercera edad que hicieron Marta Pachón y Bea Lara en el club de lectura sobre él que yo no vi hasta que me la señalaron.
🎶 iPod introduction: the 20 CD's. El iPod murió esta semana, esta playlist de Pedro Aznar incluye los veinte discos que Apple incluyó en el interior de los primeros iPod cedidos a la prensa para su análisis.
🎲 La chuleta definitiva para ganar al Monopoly, o al menos para reducir el factor del azar. La estadística, clave. Pienso usarla. La encontré en Reddit.