En el verano de 2020 estuve una semana de vacaciones en la playa. Como mi mujer es de las de pasar horas en la arena, me llevé tres libros en papel para aprovechar el tiempo: uno que ya llevaba empezado y dos por comenzar. El primero lo terminé el primer día, el segundo lo acabé en menos de 72 horas y el tercero no me gustó, ni siquiera pasé de la página 40. Como todavía no me había comprado el Kindle tuve que ir a una librería a buscar más para los últimos días.Suelo ser bastante diplomático, pero de ese libro que no me gustó puedo decir que era tan malo que me dieron ganas de tirarlo al mar. Era 'El club de las 5 de la mañana'. Suelo ser suspicaz con los libros de desarrollo personal e intento cribar, pero a veces se me escapan joyitas como aquella.La cuestión es que me interesé por el libro porque sospechaba que tenía que cambiar varias cosas de mi vida para volver a tener cierto control y eso de madrugar mucho, aunque no fuese tanto como las 5 de la mañana, podría ayudarme. Así fue. Aunque no empecé a hacerlo hasta la primavera de 2021.Algo bastante estúpido de mí es que mi cabeza hace click por estímulos tontos. Por ejemplo, no empecé a ahorrar de verdad y a invertir algo de dinero hasta que un compañero de trabajo con el que nunca antes había coincidido y con el que nunca volví a coincidir me hizo un comentario sin más, como quien no quiere la cosa, de pasada. Solo eso. Simple y efectivo.En el caso de madrugar, realmente lo que quería era dejar de comer basura, hacer bastante deporte y perder peso, porque se me había ido de las manos. Pensé que madrugar podía ser un buen desencadenante: me haría sentir satisfecho por la sensación de haber cumplido mi voluntad nada más empezar el día, y eso facilitaría la constancia en el resto de acciones.Ahí mi click tuvo que ver con una escapada de fin de semana. En el hotel coincidí con la selección española sub'20 de atletismo. Las del equipo femenino caminaban como gacelas y cuando iban por el buffet ignoraban tartas y helados, para los postres solo entendían de fruta. Se les veía en tan buena forma y tan saludables que ahí llegó el click: "yo quiero algo así".Unos días después empecé a ir a un gimnasio poco convencional para hacer entrenamiento funcional, tres días por semana, de siete a ocho de la mañana. El resto de días daba caminatas largas escuchando podcasts mientras perdía peso: me preocupaba la integridad de mis rodillas si me ponía a correr antes de adelgazar lo suficiente.Madrugar fue clave. Aunque en los meses de frío cuesta más, lo he mantenido en todo este año. He pasado de verlo como un sufrimiento innecesario a adorar ponerme el despertador a las 6 de la mañana.En este tiempo he perdido bastante grasa, dejé de caminar para volver a correr, hice una media maratón y asenté unos hábitos bastante diferentes a los anteriores. Me queda mucho por hacer y siento que todavía estoy pagando los excesos de los años anteriores, pero también tengo claro que nunca quiero bajarme de esta rutina.Despertar temprano es empezar el día con muchas menos distracciones (WhatsApp, Twitter y el correo están muy callados a esas horas), con más tiempo para uno mismo, pudiendo hacer lo que uno quiera con más facilidad que al final de la tarde. Es reconfortante empezar la jornada con energía y activo. Es adictivo. El libro en cuestión, el del club de las 5 de la mañana, tenía tanta paja y un tono tan presuntuoso que no ayudaba nada y nos hace quedar como imbéciles a los testigos del despertador a las 6.00 h. Pero de verdad, engancha.
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🌅 Madrugar
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En el verano de 2020 estuve una semana de vacaciones en la playa. Como mi mujer es de las de pasar horas en la arena, me llevé tres libros en papel para aprovechar el tiempo: uno que ya llevaba empezado y dos por comenzar. El primero lo terminé el primer día, el segundo lo acabé en menos de 72 horas y el tercero no me gustó, ni siquiera pasé de la página 40. Como todavía no me había comprado el Kindle tuve que ir a una librería a buscar más para los últimos días.Suelo ser bastante diplomático, pero de ese libro que no me gustó puedo decir que era tan malo que me dieron ganas de tirarlo al mar. Era 'El club de las 5 de la mañana'. Suelo ser suspicaz con los libros de desarrollo personal e intento cribar, pero a veces se me escapan joyitas como aquella.La cuestión es que me interesé por el libro porque sospechaba que tenía que cambiar varias cosas de mi vida para volver a tener cierto control y eso de madrugar mucho, aunque no fuese tanto como las 5 de la mañana, podría ayudarme. Así fue. Aunque no empecé a hacerlo hasta la primavera de 2021.Algo bastante estúpido de mí es que mi cabeza hace click por estímulos tontos. Por ejemplo, no empecé a ahorrar de verdad y a invertir algo de dinero hasta que un compañero de trabajo con el que nunca antes había coincidido y con el que nunca volví a coincidir me hizo un comentario sin más, como quien no quiere la cosa, de pasada. Solo eso. Simple y efectivo.En el caso de madrugar, realmente lo que quería era dejar de comer basura, hacer bastante deporte y perder peso, porque se me había ido de las manos. Pensé que madrugar podía ser un buen desencadenante: me haría sentir satisfecho por la sensación de haber cumplido mi voluntad nada más empezar el día, y eso facilitaría la constancia en el resto de acciones.Ahí mi click tuvo que ver con una escapada de fin de semana. En el hotel coincidí con la selección española sub'20 de atletismo. Las del equipo femenino caminaban como gacelas y cuando iban por el buffet ignoraban tartas y helados, para los postres solo entendían de fruta. Se les veía en tan buena forma y tan saludables que ahí llegó el click: "yo quiero algo así".Unos días después empecé a ir a un gimnasio poco convencional para hacer entrenamiento funcional, tres días por semana, de siete a ocho de la mañana. El resto de días daba caminatas largas escuchando podcasts mientras perdía peso: me preocupaba la integridad de mis rodillas si me ponía a correr antes de adelgazar lo suficiente.Madrugar fue clave. Aunque en los meses de frío cuesta más, lo he mantenido en todo este año. He pasado de verlo como un sufrimiento innecesario a adorar ponerme el despertador a las 6 de la mañana.En este tiempo he perdido bastante grasa, dejé de caminar para volver a correr, hice una media maratón y asenté unos hábitos bastante diferentes a los anteriores. Me queda mucho por hacer y siento que todavía estoy pagando los excesos de los años anteriores, pero también tengo claro que nunca quiero bajarme de esta rutina.Despertar temprano es empezar el día con muchas menos distracciones (WhatsApp, Twitter y el correo están muy callados a esas horas), con más tiempo para uno mismo, pudiendo hacer lo que uno quiera con más facilidad que al final de la tarde. Es reconfortante empezar la jornada con energía y activo. Es adictivo. El libro en cuestión, el del club de las 5 de la mañana, tenía tanta paja y un tono tan presuntuoso que no ayudaba nada y nos hace quedar como imbéciles a los testigos del despertador a las 6.00 h. Pero de verdad, engancha.