Leía hace unos días a Cal Newport —autor del libro que recomendé en la edición anterior— en un artículo sobre el auge de la clase media de los creativos online. Hablaba de todos esos perfiles sin audiencias millonarias que, por sus formatos o sus carismas, sí logran una cierta cantidad de audiencia de forma sostenida que hasta les permiten vivir de ello.Me sentí identificado, salvando las distancias. Más allá de que el mercado estadounidense poco tiene que ver con el español, esa clase media que permite el online es el lugar al que aspiro.Hace unas semanas participé en un Twitter Spaces junto a tres podcasters de tecnología en el que al final un oyente entró a participar. Dijo que no animaría a nadie en pleno 2022 a montar un podcast, que eso "le sonaba a videoclub" y que lo que recomendaría sería entrar en una plataforma con mucho más potencial de descubrimiento, como TikTok.En ese momento no dije nada porque su intervención se alargó muchísimo, era tarde y me daba pereza, solo quería irme a cenar. Lo que se me pasó por la cabeza fue "¿a este hombre quién le ha dicho que estamos aquí por la fama?". Si lo que buscase fuese una enorme fama estaría en Instagram, no en Twitter; contaría mis cosas en Twitch, no en una newsletter, y hablaría en TikTok, no en un podcast. Estoy donde elegí estar porque busco desarrollar una comunidad sana, en un nivel que pueda seguir resultando cercano y de una forma que me pueda continuar resultando manejable. Por supuesto, también es porque no siento que yo esté hecho para la fama viral. No son esos mis mimbres.Newport mencionaba también en su artículo a la famosa columna de 2008 '1.000 true fans', un texto firmado por Kevin Kelly, editor de Wired, en el que explicaba que en esta era ya es posible vivir únicamente de mil fans. De mil verdaderos fans. Aquellos dispuestos a gastar el suficiente dinero con la frecuencia necesaria como para subsistir de forma holgada. Sin fortunas, pero con desahogo.Ese artículo tuvo una réplica reciente, la de los '100 true fans', de Li Jin, que buscaba darle una vuelta de tuerca a aquella teoría explicando que incluso con solo cien auténticos fans es posible vivir. A mí las cuentas no me salen ni siendo extremadamente optimista (a mi secuaz Javier Pastor, tampoco).Así y todo, sigo prefiriendo esa clase media de la creatividad online a pretender ser aquello que jamás seré. Una suerte de conciencia de clase. De la misma forma que nunca me planteé hacer un Erasmus o estudiar en una universidad privada porque aquello simplemente no era para mí, tampoco me he planteado nunca si podría vivir de Twitch o de YouTube.Empeñarme en lo contrario sería tan prosaico, cuando no ridículo, que equivaldría a si me fuese a la plaza de mi pueblo, a mis 31 añazos, a pegar patadas al balón para comentarle a todo el que pase que estoy entrenando, que lo mismo me acaba fichando el Valencia.Me quedo en esta clase media, media-baja tal vez, y tan a gusto.Por cierto, es posible que esta newsletter muera pronto, o sea reconvertida, tiene que ver con repensar mis esfuerzos y mi presencia online. Este verano me plantearé el curso 22/23 y decidiré algo.
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Leía hace unos días a Cal Newport —autor del libro que recomendé en la edición anterior— en un artículo sobre el auge de la clase media de los creativos online. Hablaba de todos esos perfiles sin audiencias millonarias que, por sus formatos o sus carismas, sí logran una cierta cantidad de audiencia de forma sostenida que hasta les permiten vivir de ello.Me sentí identificado, salvando las distancias. Más allá de que el mercado estadounidense poco tiene que ver con el español, esa clase media que permite el online es el lugar al que aspiro.Hace unas semanas participé en un Twitter Spaces junto a tres podcasters de tecnología en el que al final un oyente entró a participar. Dijo que no animaría a nadie en pleno 2022 a montar un podcast, que eso "le sonaba a videoclub" y que lo que recomendaría sería entrar en una plataforma con mucho más potencial de descubrimiento, como TikTok.En ese momento no dije nada porque su intervención se alargó muchísimo, era tarde y me daba pereza, solo quería irme a cenar. Lo que se me pasó por la cabeza fue "¿a este hombre quién le ha dicho que estamos aquí por la fama?". Si lo que buscase fuese una enorme fama estaría en Instagram, no en Twitter; contaría mis cosas en Twitch, no en una newsletter, y hablaría en TikTok, no en un podcast. Estoy donde elegí estar porque busco desarrollar una comunidad sana, en un nivel que pueda seguir resultando cercano y de una forma que me pueda continuar resultando manejable. Por supuesto, también es porque no siento que yo esté hecho para la fama viral. No son esos mis mimbres.Newport mencionaba también en su artículo a la famosa columna de 2008 '1.000 true fans', un texto firmado por Kevin Kelly, editor de Wired, en el que explicaba que en esta era ya es posible vivir únicamente de mil fans. De mil verdaderos fans. Aquellos dispuestos a gastar el suficiente dinero con la frecuencia necesaria como para subsistir de forma holgada. Sin fortunas, pero con desahogo.Ese artículo tuvo una réplica reciente, la de los '100 true fans', de Li Jin, que buscaba darle una vuelta de tuerca a aquella teoría explicando que incluso con solo cien auténticos fans es posible vivir. A mí las cuentas no me salen ni siendo extremadamente optimista (a mi secuaz Javier Pastor, tampoco).Así y todo, sigo prefiriendo esa clase media de la creatividad online a pretender ser aquello que jamás seré. Una suerte de conciencia de clase. De la misma forma que nunca me planteé hacer un Erasmus o estudiar en una universidad privada porque aquello simplemente no era para mí, tampoco me he planteado nunca si podría vivir de Twitch o de YouTube.Empeñarme en lo contrario sería tan prosaico, cuando no ridículo, que equivaldría a si me fuese a la plaza de mi pueblo, a mis 31 añazos, a pegar patadas al balón para comentarle a todo el que pase que estoy entrenando, que lo mismo me acaba fichando el Valencia.Me quedo en esta clase media, media-baja tal vez, y tan a gusto.Por cierto, es posible que esta newsletter muera pronto, o sea reconvertida, tiene que ver con repensar mis esfuerzos y mi presencia online. Este verano me plantearé el curso 22/23 y decidiré algo.