Mi idea era enviar esta newsletter los domingos, por aquel lugar común que dice que los domingos son los días en los que uno tiene más tiempo por la mañana, busca lecturas con las que acompañar el café o alargar el amanecer y todo eso. Lamentablemente, supongo que eso funcionó con los 2000 primeros a los que se les ocurrió la misma idea, porque en algún momento los domingos se saturaron de newsletters.Por eso la pasé a los viernes. Los viernes son mi día favorito de la semana. "¿Por encima de los sábados?" suele ser la respuesta general a cuando digo esto. Sí, la verdad es que sí. Tengo la suerte de no odiar mi trabajo, así que es factible que el viernes tenga esa consideración.También están las expectativas que rodean a los días previos a algo especial. Lo mejor de ir al cine no es ver la película, sino el tiempo que pasa entre que compras las entradas, quizás un martes, y apagan las luces de la sala cuando acudes el sábado. En ese tiempo, con las entradas en el correo, sientes que ya no tienes una idea, sino un plan. Comentas con los demás las expectativas en torno a la película y disfrutas especialmente el rato de reunirte con ellos y caminar hacia el cine.Algo similar pasa con las navidades. En los últimos años solían defraudarme hasta que entendí que la ilusión de las semanas previas, cuando vamos haciendo los amigos invisibles (quizás sean impopulares, a mí me encantan), comprando los regalos o trazando la hoja de ruta de cenas y meriendas nos llena tanto que quizás luego todo pasa demasiado rápido o sentimos que nuestras expectativas no se han correspondido con lo vivido.Quizás por eso he acabado entregándome a los viernes. Hay un buen ambiente generalizado. Desde que entro al gimnasio y comentamos los planes para el fin de semana hasta que me siento frente al Mac para trabajar y la atmósfera también es un poco más distendida de lo habitual. Y van surgiendo los planes. Soy el tipo de gente al que le encanta tener claro el lunes todo lo que hará durante el fin de semana. Lamentablemente, mis amigos piensan distinto ("jaja, pues no quedan días") y me resigno a lo habitual, casi tautológico: los planes se hacen media hora antes.Es posible que el optimismo del viernes también se explique porque sabemos que nos esperan dos días festivos, no uno. Y eso valga más que la sensación del sábado, con todo el día libre. Las expectativas pesan.En esa gestión de las expectativas, que supongo que todos vamos perfeccionando con el paso de los años, he aprendido a valorar más esos días previos o los momentos concretos que un período que solía acabar decepcionándome. Soy bastante más feliz últimamente. Madurar significa abandonar el idealismo, o al menos colocarlo en algún lugar donde no se use con frecuencia, y así evitamos que se manche.Los viernes, día en que uno trabaja un poco más tranquilo y puede ir finiquitando tareas, deben ser lo más parecido a un Satisfyer para los yonkis de la productividad. Y encontrar reforzadores cotidianos, que no dependen del dinero que gastemos ni de la voluntad ajena, sino simplemente del paso del tiempo, es un bálsamo.Qué bien haber podido terminar esto tras tanto tiempo con el cursor parpadeando y el "aasdadsasdas" en la caja del titular.Bienvenido a esta primera edición. Pienso escribir sobre todo aquello que no tiene cabida en el resto de pequeños altavoces que tengo. No esperes encontrar mucho sobre Apple (para eso llevo un podcast diario) ni sobre tecnología y negocio (que para eso escribo en Xataka y mi compañero Javier Pastor ya hace una newsletter estupenda). Aunque puede que aparezcan de forma tangencial. Tampoco habrá una colección de enlaces comentados con un emoji al principio. Se supone que esto va a ser un poco más personal. Ya sabes por qué te llegará los viernes.
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⚡️ Viernes
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Mi idea era enviar esta newsletter los domingos, por aquel lugar común que dice que los domingos son los días en los que uno tiene más tiempo por la mañana, busca lecturas con las que acompañar el café o alargar el amanecer y todo eso. Lamentablemente, supongo que eso funcionó con los 2000 primeros a los que se les ocurrió la misma idea, porque en algún momento los domingos se saturaron de newsletters.Por eso la pasé a los viernes. Los viernes son mi día favorito de la semana. "¿Por encima de los sábados?" suele ser la respuesta general a cuando digo esto. Sí, la verdad es que sí. Tengo la suerte de no odiar mi trabajo, así que es factible que el viernes tenga esa consideración.También están las expectativas que rodean a los días previos a algo especial. Lo mejor de ir al cine no es ver la película, sino el tiempo que pasa entre que compras las entradas, quizás un martes, y apagan las luces de la sala cuando acudes el sábado. En ese tiempo, con las entradas en el correo, sientes que ya no tienes una idea, sino un plan. Comentas con los demás las expectativas en torno a la película y disfrutas especialmente el rato de reunirte con ellos y caminar hacia el cine.Algo similar pasa con las navidades. En los últimos años solían defraudarme hasta que entendí que la ilusión de las semanas previas, cuando vamos haciendo los amigos invisibles (quizás sean impopulares, a mí me encantan), comprando los regalos o trazando la hoja de ruta de cenas y meriendas nos llena tanto que quizás luego todo pasa demasiado rápido o sentimos que nuestras expectativas no se han correspondido con lo vivido.Quizás por eso he acabado entregándome a los viernes. Hay un buen ambiente generalizado. Desde que entro al gimnasio y comentamos los planes para el fin de semana hasta que me siento frente al Mac para trabajar y la atmósfera también es un poco más distendida de lo habitual. Y van surgiendo los planes. Soy el tipo de gente al que le encanta tener claro el lunes todo lo que hará durante el fin de semana. Lamentablemente, mis amigos piensan distinto ("jaja, pues no quedan días") y me resigno a lo habitual, casi tautológico: los planes se hacen media hora antes.Es posible que el optimismo del viernes también se explique porque sabemos que nos esperan dos días festivos, no uno. Y eso valga más que la sensación del sábado, con todo el día libre. Las expectativas pesan.En esa gestión de las expectativas, que supongo que todos vamos perfeccionando con el paso de los años, he aprendido a valorar más esos días previos o los momentos concretos que un período que solía acabar decepcionándome. Soy bastante más feliz últimamente. Madurar significa abandonar el idealismo, o al menos colocarlo en algún lugar donde no se use con frecuencia, y así evitamos que se manche.Los viernes, día en que uno trabaja un poco más tranquilo y puede ir finiquitando tareas, deben ser lo más parecido a un Satisfyer para los yonkis de la productividad. Y encontrar reforzadores cotidianos, que no dependen del dinero que gastemos ni de la voluntad ajena, sino simplemente del paso del tiempo, es un bálsamo.Qué bien haber podido terminar esto tras tanto tiempo con el cursor parpadeando y el "aasdadsasdas" en la caja del titular.Bienvenido a esta primera edición. Pienso escribir sobre todo aquello que no tiene cabida en el resto de pequeños altavoces que tengo. No esperes encontrar mucho sobre Apple (para eso llevo un podcast diario) ni sobre tecnología y negocio (que para eso escribo en Xataka y mi compañero Javier Pastor ya hace una newsletter estupenda). Aunque puede que aparezcan de forma tangencial. Tampoco habrá una colección de enlaces comentados con un emoji al principio. Se supone que esto va a ser un poco más personal. Ya sabes por qué te llegará los viernes.